martes, 30 de junio de 2009

Memín Pinguín #9-13

El penoso caso de Carlangas finalmente es tratado, llevándolos a él y sus amigos en una peligrosa odisea que encierra algunos de los aspectos más duros y turbios de la vida (ni tanto, pero tenia que decirlo).

Carlangas ve salir a su madre muy arreglada para trabajar, preguntando si así van todas sus demás compañeras (que exclusivo “taller de costura” tendría que ser), a lo que ella replica afirmativamente. Sale afuera de la casa para distraerse e intenta jugar béisbol con unos niños del vecindario, quienes no lo toman en cuenta hasta que demuestra sus habilidades. Escucha de parte de ellos que lo cortan por una razón, pero antes de decirla, Isabel va saliendo a trabajar, y todos le silban vulgarmente. Carlangas se ofende ante la falta de respeto y no tarda en surtir golpes, pero queda en desventaja al resultar demasiados contrincantes para que él. Conforme se da la encarnizada lucha, lo ponen al tanto del verdadero trabajo de su madre en el cabaret, provocándole una fuerte conmoción que sólo lo impulsa a seguir golpeando a diestra y siniestra.
Eufrosina decide que Memín ha tenido suficiente, y lo deja ir a casa de Ricardo a ver televisión. Éste decide ir primero con Carlangas para que vayan juntos, y al entrar a su barrio, se detiene a contemplar la furiosa lucha de varios contra uno solo. Se sienta a observar, entretenido, hasta que cae en cuenta de que al que están cercando es a su amigo Carlangas, y decide intervenir (¿O sea que sí no fuese alguien conocido sólo se iba a quedar mirando hasta que desgraciaran al que peleaba solo? Esa actitud es casi peor que la del que huye). Memín demuestra tener habilidad atacando con bofetadas y mordiscos, saltando para esquivar los golpes, hasta que la madre de uno de los agresores se aproxima y éste incita a los demás a disolverse. Memín se dirige a Carlangas, quien esta más adolorido por dentro que por fuera y le exige que se vaya para lidiar a solas con su dolor. Memín insiste en estar a su lado y lo sigue al interior de la casa, donde da rienda suelta al llanto. Trata de animarlo e insistirle en que vayan juntos con los demás, pero Carlangas asegura no estar de humor y le ruega que se retire, dejando en claro que no llora por los golpes sino porque descubrió que su madre no es honrada, pero sin explicar porque, y le hace prometer que no dirá nada de lo que pasó. Memín se va finalmente, afligido, dejando a Carlangas con pensamientos atormentados de su madre bailando con desconocidos en algún cabaret de mala muerte. Memín llega a casa de Ricardo, donde éste y Ernestillo ya lo esperan. No consigue disimular su impresión por lo que paso con Carlangas y cuando le preguntan, se hace el interesante al no querer compartir el “secreto”, pero cae más rápido un hablador que un cojo. Acaba soltando toda la sopa. Ante sus palabras, Ernestillo deduce con increíble certeza que la madre de Carlangas podría trabajar en un cabaret, bailando. Memín no comprende que tiene de malo que a la mujer le guste el baile, pero sus amigos prefieran no sacarlo de su ignorancia (aunque le doy la razón a él ¿Qué tiene de malo? Hay cosas peores, bailar con desconocidos no es nada, ellos se denigran más al conseguir compañía de esa manera). Ernestillo y Ricardo deciden ir a casa de Carlangas para apoyarlo. Memín teme que lo lastime por faltar a su palabra y se muestra renuente ir si no le juran protección, y ellos acceden, aunque no se la dan por escrito, como él pedia.
En su casa, Carlangas ya ha tomado la resolución de que debe ir por su cuenta a los cabarets para verificar que su madre no está en uno, debatiéndose a la vez con que no debería creer lo que un montón de palurdos le han dicho. Al llegar sus amigos, intentan disimular sin éxito el hecho de no estar enterados de nada, pero éste de inmediato se da cuenta que Memín les dijo todo. Intenta hacerse fuerte y no darle importancia, pero explota en lágrimas nuevamente, y sus amigos se consolidan con él. Él está decidido a buscarla, por más que le aconsejan que no lo haga y crea en su palabra, pero al final, deciden asistirlo en su empresa.
Al salir, Carlangas arremete con Memín por andar de boquiflojo. Éste se mantuvo escuchando detrás de la puerta y quiere acompañarlos, pero en esta ocasión no se lo permiten, sobretodo porque Carlangas piensa que luego andará contándolo a todo el mundo, y se va con los otros dos, que concuerdan con él. Ante el abandono de sus amigos, Memín se pone triste, pero sólo durante unos segundos, ya que enseguida le viene una idea. Sus amigos están considerando como hacer su exploración y el hecho de que no podrán avisarle a sus padres, ya que al saber a donde irían, no se los permitirían, cuando Memín los alcanza, ostentando un par de maracas (¿de donde las sacó? Quien sabe). Con ellas, Memín piensa que tendrán un pase libre para entrar a los cabarets, él agitándolas con destreza (la verdad es que cualquiera podría tocar ese instrumento, a mi parecer) y ellos cantando, haciendose pasar por músicos callejeros. Sus amigos aprueban su brillante idea y le permiten acompañarlos. Seguramente en ningún cabaret pensarían que es extraño que entren niños, si van a ofrecer algo de "musica ambiental". Es muy normal que haya niños dedicados a eso, deambulando en ese tipo de lugares y a altas horas de la noche (si, puro sarcasmo). De ese modo, comienzan su excursión, pasando por diferentes cabarets, en que su “acto” les permite pasar desapercibidos, aunque en algunos lugares los corren muy pronto. En uno de esos antros, se cambia de escena para enfocar a Isabel, que habla libremente con una compañera, expresando su desagrado al optar por ese tipo de trabajo. Le confía su pasado con el hombre que la abandonó con un hijo para casarse con otra (me parece que esa parte es verdad a medias, por lo que se verá más adelante, es eso o no quiso decirlo todo tal como fue, en fin, sólo es la versión corta). Su amiga le sugiere buscar a ese hombre y por lo menos, exigirle dinero para cumplir sus obligaciones, pero Isabel no quiere saber más de él y por eso está dispuesta a rebajarse como sea con tal de sacar adelante a su hijo (que necia). Se va haciendo tarde, y tras muchos cabarets, Carlangas se siente aliviado de no haber encontrado a su madre en ninguno. Sus amigos creen que ha sido suficiente, pero él insiste en entrar a otro. Ahí, nadie repara en los niños, por lo que no necesitan disimular con las maracas y la cantada. Justamente, ese es el tugurio donde trabaja Isabel, que al ser abandonada por la amiga con que estaba hablando, queda a merced de un cliente ebrio e insistente. Intenta forzarla a que baile con él. Carlangas es testigo de la escena, quedando anonadado. Sus amigos lo apoyan, cuando ven al hombre lanzarle una bofetada a Isabel. Carlangas se lanza al ataque contra el abusivo, pero éste resulta demasiado fuerte y no cae ante sus puños. Arrojándole una tabla, consigue derribarlo. Isabel intenta limpiar la sangre que ha quedado en el rostro de su hijo, pero éste la rechaza, afectado por la confirmación de lo que tanto temía. El hombre vuelve a levantarse, sacando una pistola, que dispara con imprudencia. Isabel recibe el balazo, quedando gravemente herida. Carlangas rompe una botella sobre la cabeza del hombre, dejándolo desmayado en definitiva. Olvida el enojo hacia su madre, llorando al verla malherida, mas en eso, llega la policía. Isabel le pide que la deje, y sus amigos también lo apremian a ello. Al presentarse uno de los oficiales, consiguen despistarlo con su acto de músicos callejeros, y este los deja ir con una advertencia. Una vez que han salido del antro, echan a correr, pero Memín no tarda en caer por una alcantarilla abierta. Sus amigos se dan cuenta, y se introducen en ella para ayudarlo. El policía de hace rato y su comandante, que ya están informados de que uno de ellos hirió a un hombre, y al darse cuenta que se metieron ahí, ponen la tapa para que no puedan escapar. Ignorando eso, los niños deciden permanecer en el alcantarillado hasta que pase el alboroto, resignándose a dormir ahí. Pasan la noche cada uno soñando con sus respectivos hogares y sus familias. Al despertar, deciden ir saliendo de a uno en uno, abriendo la tapa, pero de ese modo, van cayendo en las manos de los policías. Cuando sólo quedan Carlangas y Memín, el segundo vislumbra a los agentes de la ley, y su amigo decide confesar que es él a quien buscan y que dejen ir a los demas. Los policías aceptan, tomando sólo sus nombres para que luego vayan a declarar, y se lo llevan. Cuando ya se han ido, Ernestillo y Ricardo ayudan a Memín a salir, y los tres ponderan como podrán ayudar a Carlangas.
Habiendo sido detenido, lo único que le queda al niño, es pedir a los oficiales que le permitan ver a su madre, preocupado porque ya no pueda verla después si muere en el hospital. Ellos se conmueven y cumplen su deseo. En la recepción tiene problemas por parte de una apática enfermera, que no puede permitirles ver a Isabel ya que están por operarla del brazo en que se alojó la bala, pero un medico aboga por él, y pronto está ante ella. Carlangas no puede decirle que lo han detenido y no podrá verla después si sobrevive a la operación, mientras ella siente alivio porque al final no la despreció tras conocer la verdad, y promete contarle todo cuando se vuelvan a ver, ignorando que no será pronto. Vuelve con los policías y el medico que lo ayudó, expresando una oración por la salud de su madre. Hecho esto, permite que se lo lleven detenido. Memín regresa a su casa, donde Eufrosina lo recibe tan consentidora como siempre, pero no tarda en irritarse, ya que la tuvo preocupada toda la noche. Memín comienza a explicar la razón de su ausencia, indicando que fue a un cabaret como si fuera cualquier cosa. Es todo lo que su madre necesita saber para empezar a darle de tablazos, y luego ponerse a llorar, creyendo que su pequeño va por el mal camino. Después de la paliza, él le sigue contando, haciéndola demasiado de emoción, yendo finalmente al grano. Eufrosina cambia su humor, conmovida al comprender lo que la madre de su amigo tuvo que hacer para sostenerlo, y se alegra que Memín siga siendo tan inocente como siempre.
En casa de Ernestillo, su padre también lo reprende por andar vagando en la noche sin dar aviso, tomando el disgusto como una excusa para volver a la tomada. Ernestillo le suplica que no lo haga, y le cuenta lo que pasó, de cómo apoyaron a Carlangas y encontraron a su madre, bebiendo y fumando (¿a que horas pasó eso? se supone que la hallaron en manos del abusivo). El señor Vargas también se compadece, disculpándose por estar a punto de faltar a su juramento, y sosteniéndolo nuevamente para recibir un abrazo conciliador de su hijo.
A Ricardo tampoco no le va muy bien al principio. Su madre se preocupa extremadamente, achacándole todo a que anda en malas compañías dentro de una escuela inadecuada. Su padre lo conduce a otro cuarto para castigarlo, echándole en cara que ha demostrado haber traicionado su confianza al andar con sus amigos recorriendo los vulgares cabarets. Procede a azotarlo con el cinturón, pero Ricardo soporta noblemente los golpes. Hasta después de que su padre se hubo descargado, decide darle la explicación completa de lo que los llevó a realizar esa incursión, dando con la madre de Carlangas, que sorprendieron bebiendo en compañía de unos hombres (me late que Memín fue el único que estaba poniendo atención o que a Ricardo y a Ernestillo su imaginación les jugó una mala pasada para dar versiones diferentes de lo acontecido). Su padre se disculpa por haberlo golpeado injustamente, asegurando que está orgulloso de su solidaridad y hará lo que éste en sus manos para ayudar a su amigo preso.
Con esto, concluye lo que es el principio de una serie de situaciones en que Carlangas aparentará tener mayor protagonismo que Memín, pero ya se compensará eventualmente, así que no hay cuidado.

2 comentarios:

  1. De aquí hasta el número 50 y tantos (donde Carlos vuelve a vivir con su madre y juntarse con los demás en el callejón), Carlos monopolizo casi toda la trama de la revista, y fue al que mas números le dedicaron a su vida.

    ResponderEliminar