lunes, 29 de marzo de 2010

Memín Pinguín #368

Ernestillo representa a la escuela en un concurso de Geografía cargando con la presión del apoyo de todo el reparto regular. Tan emocionante como se oye (sarcasmo).

Un día en la escuela, a la hora del recreo, Ricardo les habla en secreto a Memín y a Carlangas sólo para mostrarles el periódico que anuncia algo sobre un concurso nacional de geografía para niños menores de 12 años, indicando que es muy conveniente para Ernestillo. Al informar que el ganador se lleva 50, 000 pesos de premio, Memín ya se emociona pensando en embolsárselos para sacar a su má linda de vacaciones (¿en verdad los pobres no pueden ganar de sopetón fuertes cantidades de dinero sin pensar a la primera en el despilfarro?). Ricardo le espeta que sólo los que tengan promedio de 9 pueden participar, uno al que ni ellos llegan y menos el negrito que se queda en 6, aunque esto sólo lo anima a sugerir que podría voltear su boleta para que parezca 9 (ya reprobó por insultar la inteligencia de los patrocinadores). Ernestillo se les acerca para inquirir sobre que están hablando y Memín sale con un cuento chino de la foto en el periódico de una marciana en un concurso de belleza (ya había salido con una patraña parecida secuencias atrás, ¿que se trae con los alienígenas?). Los otros ya pensaban decirle la verdad, pero no hace falta, porque llega Romero y anuncia que él ya inscribió a Ernestillo en el dichoso concurso. Ernestillo queda aturdido ante la confianza del maestro y sus amigos de que pueda ganar, por lo que acepta gustoso.
Desde entonces, estudia con más ahínco que nunca, sacrificando los clásicos partidos de beis por las tardes con sus amigos. El narrador nos permite ver que Ernestillo se empeña en obtener la feria para renovar la modesta carpintería (ya la había renovado desde hace mucho ¿tan pronto y se volvió a deteriorar?). Hasta el señor Vargas se sorprende ante la determinación del chico, estudiando como burro. Pasa el tiempo y les envían boletos para asistir al concurso en Guanajuato (¿no se supone que hay preliminares o algo así a nivel regional antes de que empiecen a congregarse por el premio mayor? Porque si no es así, ya parece que les van a andar pagando los pasajes).
Tan pronto que apenas pasaron unas pocas paginas de preparación, llega el día del concurso y todos están pendientes sus casas para ver a Ernestillo en la tele. ¿Un concurso de geografía entre estudiantes de primaria televisado? No creo que sea la idea de entretenimiento de nadie, la gente prefiere ver estúpidos programas de concursos donde le hacen más al payaso que nadie con ciudadanos promedios. No hay motivos para televisar algo asi nacionalmente, pero el argumentista piensa lo contrario, al parecer. Aprovechando las muchas teles de los Arcaraz, los amigos de Ernestillo, sus padres y sus madres, andan emocionados (un poco demasiado diría yo). Eufrosina e Isabel hasta se ufanan de haberle rezado mucho a la Virgen por el triunfo de Ernesto, lo que es muy exagerado ya que no se reza por motivos tan tontos como ese, incurriendo en el egoísmo a la máxima potencia y se supone que estos son pruebas para medir la capacidad y el esfuerzo de uno mismo (si, se que estoy echando un sermón, ¡pero es que así es!). Memín se manda, como siempre, acaparando más sándwiches de los que debería, pero Mercedes es demasiado amable y mejor le ordena a la criada que haga más.
Ahorrándonos el tiempo en que se eliminaron a la mayoría de los cien concursantes, de inmediato pasan a los tres finalistas, a quienes ahora les pondrán preguntas cerradas en vez de opción múltiple. Ricardo y Carlangas divisan al señor Carlangas entre el publico mientras Memín se atasca de sándwiches, sin enterarse de nada.
La chica finalista es eliminada a la primera al no poder responder en que continente se encuentra el Río Po (oh, por favor, cualquiera con sentido común sabe eso). Ahora sólo quedan Ernestillo y un tal Roberto para disputarse la victoria. Romero y su familia ven también desde su casa como se desarrolla todo, echándole porras a Ernestillo. El conductor explica como procederán a partir de ahora (tratándose de dos concursantes deberían ser reglas simples, pero le hace tanto rollo que las hace sonar muy complicadas). Como sea, prosigue haciéndole una pregunta realmente difícil a Roberto: ¿Qué cantidad de carreteras transitables existían en Mongolia en 1963? ¿Queeeeee? ¿De verdad espera que un mocoso de primaria sepa algo así? Incluso es información completamente irrelevante. Memín ya celebra la derrota del chico, pero sorpresivamente, éste le atina, dando la respuesta correcta (me huele a que el concurso está arreglado). El conductor sigue haciéndole a Ernestillo otra pregunta difícil sobre la formación de la montaña al sur de Polonia (repetición de mi expresión anterior). Todos se ponen nerviosos, pero Ernestillo responde correctamente aludiendo materiales de los que al menos yo no tengo la menor idea ni he escuchado jamás en la vida. Eufrosina ya compara su emoción con el estar en la montaña rusa (pues que poco ha experimentado en la vida). Ahora, el conductor se va por lo más sencillo del mundo en cuestión de geografía: nombres de capitales de países. Ernestillo la riega en cuanto le ponen la de Hungría, únicamente por errar el nombre de Budapest, tornándolo en “Bucarest”. Sus amigos se desaniman en cuanto comprenden que ha perdido y Romero hasta golpea la mesa en frustración. Roberto es proclamado como el ganador y recibe el premio con su madre, quien comenta sobre lo orgullosa que está de su hijo (yo no veo por donde, si ganó nomás porque el otro falló en el nombre y este era un concurso de conocimientos geográficos, no ortográficos). A Ernestillo nomás le dan felicitaciones por su esfuerzo y decepcionado, va a reunirse con su padre, lamentando el haberlo defraudado y no conseguir ese dinero, pero el señor Vargas implica que el aspecto de su negocio no es lo que cuenta sino la dedicación y el servicio hacia los clientes. De regreso en el avión, trata de hacerle e ver el lado amable, que fue el permitirles ir a Guanajuato, pero el chico sigue desanimado, considerando abandonar los estudios y ayudarlo más con la carpintería. Juan le aclara que esa posibilidad sólo la contemplaría si no supiera bien que él ama aprender y todo eso, animándolo a continuar.
Los amigos de Memín comentan cercas de un parque sobre lo que pasó. Ricardo y Carlangas concuerdan en que lo presionaron, aunque Memín no deja de hacer mofa de la metida de pata de Ernestillo, haciéndose merecedor a un coscorrón, pero la llegada de Romero lo salva. Romero escucha otro comentario despectivo del atolondrado negrito, refriéndolo, para luego sugerir algo que pueden hacer por su amigo en cuanto regrese. Ernestillo reflexiona el fin de semana, decidido que, a pesar de todo, dejará de estudiar, y va a la escuela el lunes nomás para despedirse de todos. Al llegar, no ve a nadie y le da la impresión de que es muy temprano o se equivocó de día, pero pronto le sale todo el alumnado, Romero y hasta su padre, con un pastel para felicitarlo y hacerle ver que para ellos siempre será el numero uno. Conmovido, Ernestillo acepta seguir en la escuela y no darse por vencido. A distancia, incluso el director, serio y aburrido (y al que desde que entró el nuevo dibujante le cambiaron su diseño), indica haber aprobado el pequeño festejo.
Quien sabe cuanto tiempo celebran, cuando Memín se pierde de vista, y es a partir de ahí que se abre otra secuencia, continuando algo que se dejó pendiente en una de las anteriores.

lunes, 22 de marzo de 2010

Memín Pinguín #365-367

Por incongruente y totalmente fuera de contexto que suene, Memín y sus amigos, en compañía de sus padres, pasan sus vacaciones en África, donde viven una serie de incidentes bastante olvidables. Un percance al regresar los deja varados en una isla a merced de un tsunami. ¿Lograran volver con vida a casa? (de que se salvan, se salvan, pero los lectores no nos libramos de sufrir con una de las peores excusas de trama jamás escritas).

En la última pagina del #365, Ricardo invita a sus amigos y sus familias a comer en el jardín de su casa, diciéndoles que les tiene una sorpresa. ¡Huy! ¿Cuál será?
Pues en el camino (más bien en el siguiente numero) les saca de sopetón que se van a África. Memín y Eufrosina no entienden donde queda eso y Ernestillo les va explicando. No puedo decir que los Pinguín sean más ignorantes y despistados que quien escribió este absurdo guión, ya que obviamente no leyó los números anteriores, con lo de la expedición a África que duró como veinte números. ¡No es algo que se olvide de casi doscientos números para otro! Aparentemente, toman a los lectores como unos desmemoriados o por ser gente, así como el argumentista anónimo, que apenas está conociendo la revista de Memín. El señor Arcaraz explica que él se encargara de costear el viaje para las cuatro familias. Ellos creen que es una broma, pero Ricardo les asegura que es en serio y pasaran diez días allá. Ejem, debo interrumpir porque, aunque el señor Arcaraz sea rico y toda la cosa, por no decir generoso, ir de vacaciones de África no es la idea de nadie más que de millonarios excéntricos sobre un viaje de placer, por lo que…¿En serio? Hrm, temo que si.
Eufrosina, Isabel y Mercedes no quieren irse tan lejos y viajando en una avioneta rentada en vez de un avión convencional de pasajeros (¿y con niños? ¡peor aun!). Memín comenta sobre la machista suposición de que las mujeres son cobardes y sus amigos le dan un coscorrón bien merecido.
Dos cuadros después, ya han hecho maletas y sacado visas y pasaportes, viajando los cuatro amigos y sus padres (excepto el de Memín que ni en espíritu puede decirse que ande cuando él solo anda pensando en su má linda) con el piloto a cargo del vuelo. ¡Tienen que estar bromeando! ¿En una avioneta de México hasta África? Uf.
Durante el vuelo, Memín ya exige que les sirvan de comer, y le aclaran que no es un vuelo comercial, pero de todos modos Mercedes les hizo suficiente comida. Ven toninas (¿delfines? Eso parecen pero no conozco este sinónimo) chapoteando en el mar y Memín supone que son otro cosa al malentender la palabra, sólo para ser reprendido. Ni al caso.
El avión aterriza en algún punto de Uganda y al salir, reciben la corriente calida imperante. El señor Vargas le agradece al señor Arcaraz por ayudarle a cumplir su sueño de viajar a África (pero en realidad se está dirigiendo al señor Arozamena ¿el dibujante y el argumentista no se pusieron de acuerdo y no distinguen uno de otro o que? Lo que faltaba). A Memín le viene la estúpida ocurrencia de fanfarronear que una vez derrotó un león, invocando a uno de verdad, que se aparece a sus espaldas. Sus amigos huyen despavoridos, dejando al atolondrado negrito a merced de la fiera, pero ésta se limita a olisquearlo. Todos se ponen a salvo en el avión y aprovechando que al león le dio por ponerse a rugir, apremian a Memín a treparse a un árbol cercano. Así hace él y pronto se pone a salvo, dejando al león tratando de alcanzarlo en vano. La bestia se cansa y se retira. Le dan luz verde para que se baje del árbol y luego le hacen burla de que así parece chango. A lo lejos, Carlangas divisa nieve en la montaña y a sus amigos se les hace raro por el calor que hace ahí. El señor Arcaraz explica que es un interesante fenómeno natural que es la principal razón por la que vinieron ahí (¿de veras? voy a vomitarme). El piloto sale para sugerirles que empiecen a montar las tiendas. Los chicos, emocionados con la nieve en la montaña, se ponen de acuerdo y aprovechan que los adultos no los miran, para escalarla (¿con que objeto?). Así, empiezan el difícil ascenso, y mientras más suben, les va costando más trabajo. Por supuesto, Memín se distrae en el momento más inoportuno, apunto de caerse, pero sale ileso y sigue con sus amigos. El frío envuelve sus pies y Ernestillo les advierte que lo mejor es retroceder. Los adultos ya habían empezado a buscarlos, y el señor Arozamena los reprende, porque podrían perder un dedo por congelamiento al hacer tal barbaridad sin el entrenamiento adecuado. Memín corretea y cae en una de esas trampas en que el pie pisa una cuerda y acaba colgado (¿Quién la puso y con que motivo? No se, para ellos es una trampa natural de la naturaleza, que nomás ponen para sostener la mala suerte del negrito que lo lleva a tener accidentes extraños). Los cuatro son curados con alcohol sobre sus pies por los adultos, sin dejar de regañarlos por hacer esas cosas al aventón.
Llega la hora de dormir y descubren que Memín ha desaparecido, pero al poco rato lo hayan dormido en el avión, donde se siente más cómodo. El señor Arcaraz le aclara a Ricardo que vinieron a ver lo de las montaña esa y no a escalarla, razón por la cual no trajeron equipo. Les dice que están muy jóvenes para eso, y Memín replica que ellos son muy viejos (¿Qué parte de no vinimos a escalar no entendió éste?). Como es de esperarse, le dan un coscorrón, pero el muy vivo se pone una sartén para protegerse.
Al argumentista se le acabaron las ideas de que más podían hacer en África, dejando todo en que “anduvieron de aquí para allá”, para brincarse al día de regreso. Ya están todos bien acomodados en la avioneta y el piloto muy confiado, cuando un pajarraco se interpone y acaba hecho pulpa en los motores al cruzarse con las hélices. El piloto comenta con angustia que tarde o temprano sucede algo como esto (si y por eso sólo un loco llevaría tantos pasajeros en una avioneta propensa a esta clase de accidentes). Los pasajeros se ponen nerviosos y el piloto maniobra, logrando dar con una isla cercana donde hace un aterrizaje forzoso. El avión choca contra un árbol, pero ninguno sale herido. Salen para ver en donde han caído y Ricardo señala un esqueleto humano. Consideran la presencia de caníbales pero el piloto lo duda, aunque no deja de titubear, demostrando lo contrario. El viento mueve al esqueleto y Memín echa a correr, creyendo que ha cobrado vida. Sus amigos van tras él para hacerlo volver y Carlangas le hace ver su cobardía y forma de exagerar de más. El piloto, a quien llaman Capitán Gómez, advierte a los otros adultos que es imposible reparar el motor y dependerán de la radio transmisión para pedir por ayuda. El aparato se estropea, haciendo inútiles sus esfuerzos, y Gómez considera que tienen que atenerse a que se haga notoria su desaparición y los busquen o que consiga componer el sistema. Lo peor es que tienen comida para pocos días. El señor Vargas sugiere construir una buena barca para que puedan salir de su predicamento (eso solo funciona en las películas) pero el piloto es realista e indica que si una tormenta los sorprende, por más resistente que la haga, seria inútil y se ahogarían. Los chicos andan perdidos por haberse ido con Memín y los adultos se disponen a encontrarlos. Pasan varias horas hasta que los cuatro amigos dan con una cabaña. La encuentran vacía y el negrito supone que la habitaba el esqueleto. Ernestillo encuentra unas hojas que se usaron para hacer un diario, en donde los habitantes de la cabaña cuentan que hubo un tsunami y les dejó a ese esqueleto de proveniencia desconocida. Por la falta de alimentos, dicen que decidieron huir en una balsa, y como eso fue escrito hace dos años, los cuatro suponen que les espera un destino similar. Se asustan al oír que abren la puerta, pero son los adultos que los han encontrado. Vuelven al avión, donde ya hicieron una fogata. Se racionan la comida para tortura de Memín, acostumbrado a comer de más. El piloto empieza a trabajar desesperadamente para arreglar el radiotransmisor.
En México, las señoras empiezan a preocuparse por la ausencia de sus hijos y esposos. Se encaminan a buscarlos al aeropuerto.
El Capitán Gómez anuncia que ha logrado reparar la transmisión y por fin ha hecho contacto, dándoles la ubicación exacta, por lo que solo les queda esperar a que los rescaten. Al solicitar informes, se les comunica a las señoras que ellos están bien y ya van a enviar por ellos, por lo que se sienten aliviadas.
Al día siguiente los recogerán, por lo que los chicos y los adultos se duermen sin preocupaciones. El piloto es el primero en despertar y a lo lejos, ve como se forma un impotente tsunami. Alerta a los adultos sobre el inminente peligro. Los chicos insistieron en dormirse en la tienda de campaña y les gritan que se metan al avión de inmediato. Por “tsunami”, Memín supone que se refieren a “su mami” y ya va a correr al encuentro de la suya, pero logran sujetarlo y meterlo al avión. Una fuerte sacudida se abata sobre ellos, conforme la ola gigantesca engulle la mayor parte de la isla. El piloto comenta que han tenido suerte de salir con vida, siendo Memín el único que no entendió que tan peligroso estuvo, preguntándose si eso habrá apagado la fogata. Justamente en ese momento, un helicóptero de rescate se aproxima y deja caer una cuerda para que los náufragos lo aborden. En el regreso, Ernestillo se pregunta que pasó con los que abandonaron la isla y Carlangas supone que a lo mejor llegaron a casa con bien (¿referencia a la familia Robinson o que?). De vuelta en casa, son recibidos efusivamente por sus madres, y todavía por Romero en la escuela.

En serio, es la peor y más mal planeada trama de Memín que he visto y no entiendo porque la revista no fue cancelada inmediatamente despues de esto. Ahora lo preocupante será ver que futuras secuencias podrán "superar" este desperdicio de arte y material impreso.

lunes, 15 de marzo de 2010

Memín Pinguín #364-365

Por un malentendido francamente ridículo, Memín piensa que Eufrosina ya no lo quiere y abandona su casa, pasando diversos predicamentos viviendo en la calle hasta que logran encontrarlo.

Después de jugar béisbol con sus amigos, Memín se apura en volver a casa, lo que ellos toman como una excusa porque iba perdiendo. El negrito ni se fijaba en el “marcador” y quien sabe porque a los tres les da por carcajearse ante su ingenuidad. Vemos a los cuatro ir a casa. Los amigos de Memín son bien recibidos por sus padres, comentando sobre el juego (¿a quien le importa? Si son juegos entre amigos no es como si significaran algo los resultados, porque son por diversion y no competencia). En la casa de Memín, Eufrosina anda enojada con su comal viejo, y le da por quejarse e insultarlo, lo que llega a oídos de su retoño cuando estaba a punto de entrar. Al referirse al comal como “negro orejón”, lógicamente, Memín asume que está hablando sobre él, lo que significaba que debe irse de su casa, sin siquiera despedirse, preguntándose porque su má linda lo detesta tan súbitamente. Eufrosina tira el comal, agradeciendo porque al menos le sirvió para hacer la comida (¿y tirando el traste es como agradece su trabajo? Además de que recordemos que no tienen muchos fondos y los cómales no crecen en los árboles, ni que se hubiera quebrado como para ser inservible y merecer que lo boten).
Memín deambula por las calles y se le ocurre irse a vivir con Ricardo nomás porque sus padres son buena onda. Tiene una brevísima fantasía sobre como seria vivir con la familia Arcaraz, con tan sólo dos escenas representadas, cuando anuncia su decisión de quedarse con ellos (mostrando la expresión de horror de Ricardo ante la noticia), y otra en que lo corren por cansarse de él (no nos dicen porque, pero conociendo al negrito, es fácil imaginarlo). Memín piensa que con Carlangas y Ernestillo seria igual porque acabarán hartándose de su presencia (desde cuando lo hubieran cortado, pero si, como compañero de vivienda, imposible soportarlo). Lamenta no haberse traído nada consigo, y al descubrir una alcantarilla abierta, decide meterse a vivir ahí. Ahí se encuentra con una rata y habla con ella sin conseguir una reacción de su parte. Se la pasa vacilando con el roedor hasta que lo vence el sueño.
En casa, ya es medianoche y Eufrosina apenas se ha percatado del retraso de Memín. Preocupada, decide salir a buscarlo, suponiendo que pudo quedarse en casa de uno de sus amigos y no se dio cuenta de que se hacia tarde. Va con los Arcaraz, y en cuanto le informan, Ricardo sugiere a su padre ir con los demás para que todos se organicen para buscarlo, empezando por revisar en la Cruz Roja. Dispersos en distintos puntos de la ciudad, no hallan rastro del negrito.
A la mañana siguiente, Memín despierta en su maloliente "nuevo hogar”. Lo primero que hace es hablar con la rata (ésta ni parece reconocer su existencia y ni se movió de su lugar ¿está muerta o que?), bromeando sobre comérsela, para luego salir afuera a buscar algo.
Observa a un par de niños que la hacen de payasitos con trucos baratos en las paradas de los semáforos para ganarse la vida y se le ocurre que puede hacer lo mismo. Se acerca a ellos para pedirles prestado un disfraz (no creo que le haga falta por su facha pero en fin), y uno le pasa su narizota de inmediato. Memín empieza con su improvisada “función”, siendo tan torpe al hacer malabares que se ve más cómico que nada, sacando buenas ganancias. Cuando termina, los dos payasines se lo llevan al parque, revelando que su generosidad era un plan perverso para que ganara dinero para ellos. Amenazándolo, le quitan todo y le arrebatan la nariz, burlándose de su ingenuidad. Triste y sufriendo por el hambre, Memín vuelve a la alcantarilla para lloriquear ante su amiga la rata, considerando si debería robar. Un recuerdo de las palabras de Eufrosina (que habrá dicho fuera de cuadro) lo hace desechar esa idea, pero el pensar en ella le hace llorar aun más.
Eufrosina y sus amigos acuden a la delegación para reportar la desaparición de Memín. Al dar sus señas particulares, la mujer que los atiende hace un mal chiste que provoca la ira de Eufrosina, soltándole un buen sopapo. El jefe de la mujer interviene para disculparse y atender su denuncia como es debido. Memín se queda dormido de nuevo en la alcantarilla y tiene un sueño muy surrealista en que se ve a si mismo recorriendo su casa y el vecindario sin encontrar ni a una sola alma. Nadie en las casas ni en sus autos, ni en el cine, por lo que se le ocurre ir a ver una película gratuita. Se hace de una bolsa enorme de palomitas y ve una película cuyo contenido no nos revelan (sólo se ve que disparan un cañón). Se le ocurre ver al proyeccionista, pero no el aparato está funcionando por si solo. Asustado, echa a correr y se encuentra a Eufrosina convertida en una estatua de madera. ¿Cuál es el sentido de esto? Sepa.
Los malvados payasitos andan comentando en voz alta de cómo le vieron la cara al negrito, justo cuando sus amigos pasaban por ahí. Carlangas se agarra a golpes con uno de ellos para sacarle información, mientras Ricardo y Ernestillo inmovilizan al otro. Al fin, acaban indicándoles que anda metido en la alcantarilla (¿Cuándo lo vieron meterse ahí?). Carlangas se reúne con el negrito justo cuando andaba saliendo de su extraña pesadilla. Eufrosina anda con los demás y al oír su voz preocupada, Memín duda si salir, acordándose de que ella lo desprecia. Finalmente se asoma y Eufrosina lo abraza emocionada. Los payasitos echan a correr para que no los obliguen a regresar el dinero (como si les importa recuperar la miseria que se gana haciendo funciónes en las paradas). Eufrosina inquiere el porque de su abandono y Memín le repite lo que escucho. Ella aclara el malentendido mientras que Ricardo avisa a sus padres desde un telefono público para concluir la búsqueda. Eufrosina reafirma cuanta quiere a Memín como para no querer que se separe de su lado hasta que lo convence. Ricardo ya los invita a comer y Memín ya se emociona, pero antes, se acuerda de su “amiga” para despedirse de ella (si no estaba muerta antes, lo estará ahora si tuvo que aguantar la palabrería de Memín toda la noche).

Una situación muy breve y absurda. No tuvo mucho chiste al darle un argumento tan poco lógico desde que el negrito se va sin más a la primera señal de rechazo o porque destetar y tirar un comal sólo por estar un poco viejo. Detalles incongruentes que imperan en esta revista.

martes, 9 de marzo de 2010

Memín Pinguín #362-364

Memín y sus amigos van a una función de circo, pero terminan por involucrarse en un “drama” de la vida real cuando conocen a un payaso, ayudándole a solucionar sus problemas (metiches improvisados).

Ernestillo ha terminado de recuperarse después de la intoxicada que se dio, lo que celebran sus amigos para volver a pasar el rato (nomás Memín y Carlangas, Ricardo sufre un retraso). Pero como el señor Vargas les advierte que no debe esforzarse mucho, Memín se desanima porque él quería jugar a beis o fut, y Ernestillo propone que jueguen a las canicas. El negrito declina pero como su amigo le ofrece una canica especial, termina por convencerlo y así inician un “emocionante” juego (para acabar, el dibujante ni consigue trazar bien la forma de las canicas, si ellos no dijeran que están jugando a eso, el lector no tendría ni idea de que rayos andan haciendo hincados en la tierra). Ernestillo resulta muy bueno en eso, y se luce, aunque Memín atenta con hacerle perder la concentración con su cháchara y cercanía. Carlangas lo pone en su lugar devolviéndole un intento de cumplido sobre como desea ser como Ernestillo cuando sea grande. Como Ernestillo acaba enviando la canica hasta la calle, Memín sale a recogerla y casi es atropellado por un coche, pero éste frena a tiempo (lastima). El conductor sale para verificar si el negrito se encuentra bien, disculpándose pese a que el muy descarado ya le anda echando la culpa de su falta de precaución al cruzar la calle. Carlangas y Ernestillo acuden y al marcharse el coche distinguen que es parte del personal del circo Hermanos Garcia. Memín corre para alcanzarlo, haciendo salir al conductor, quien atiende su petición de unos boletos (¿Por qué debería dárselos? Quien sabe, el tipo acaba soltándole cuatro sin indignación alguna). Dándole una advertencia sobre tener más cuidado y avisándoles que función será al día siguiente, el tipo se va, y los tres celebran bien felices (como si no hubieran ido al circo antes, hasta Eufrosina los invitó la ultima vez). Ernestillo arruina el momento, haciendo ver que los boletos no son gratuitos, sino de pago a mitad de precio, y aunque Memín tarda en captarlo, Carlangas advierte que no les alcanza (¿tan caro se ha puesto el circo estos días? Vaya). Finalmente llega Ricardo, pero antes de que explique porque se retrasó, inquiere la razón de la aflicción de sus amigos. Ellos le cuentan de su decepción, y les dice que no es para tanto. Le echan de cabeza que por rico se puede dar el lujo y ellos no, pero él aclara que lo que pretende es invitarlos, pagando él por la mitad que si les contará. Su padre le dio suficiente dinero por sacar buenas calificaciones y acomedido como siempre, nada pierde con gastarlo en algo que los cuatro puedan disfrutar. Memín le da un abrazo, para luego echar a correr a su casa. Los otros acuerdan verse mañana, pero reparan en que el negrito era quien traía los boletos y ya ni al esperanzas de alcanzarlo por lo rápido que se desplaza.
En el camino, Memín trata de tomar una nueva ruta, pero sólo llega a un callejón sin salida, en el que le da curiosidad al distinguir algo que se mueve en la basura. No es más que un gato furioso que le clava las garras, orillándolo a treparse a una cerca de alambres para huir, sin darse cuenta que se le desgarró el bolsillo y los boletos a mitad de precio caen al suelo. Eufrosina lo recibe inquiriendo por su tardanza, y como Memín le cuenta de su lucha con el gato, prefiere consentirlo que castigarlo, aunque al echarle el alcohol en las heridas, el negrito considera que mejor le hubiera dado sus tablazos.
El día de la función, los tres amigos esperan al negrito, quien llega tarde para variar. Le piden los boletos y hasta entonces se da cuenta del agujero en su bolsillo y que ya no los tiene. Como suele suceder, Carlangas reacciona agarrándolo para ahorcarlo, pero Ernestillo actúa de mediador, alegando que a cualquiera le pasa, aunque siempre sea a él (más bien a ellos por brutos, si se dieron cuenta que el irresponsable y descuidado negrito traía los boletos ¿Qué les costaba ir a su casa para pedirlos y asegurarse de tenerlo a la mera hora? Tsk tsk). Un grupo de chiquillos malvivientes pasan cercas, comentando de su suerte al hallar esos boletos tirados, ocasionando que los amigos de Memín se enojen más, exigiéndole una solución. Desesperado, el busca que hacer, y al observar a unos niños que se meten bajo la cortina, considera que pueden hacer lo mismo. Cuando le dice a los demás, Ricardo se indigna a hacer algo tan ilegal, pero Carlangas y Ernestillo piensan que no es para tanto, aunque harán que Memín entre primero para echarles aguas. Él se rehúsa, pero lo sujetan y lo echan de cabeza por debajo, justo ante la jaula del león. Vuelve a salir, asustado, y Ernestillo decide ser él quien pase primero. No hay moros en la costa e invita a los otros a meterse. Sin embargo, cuando ya están los cuatro, uno de los trabajadores del circo les sale al paso, acusándolos de entrar sin pagar. El hombre atrapa a Ernestillo y Ricardo, pero Memín lo taclea y los cuatro salen corriendo. Perseguidos, tratan de huir, pero dan el giro equivocado y entran al escenario, estropeando unos cuantos actos para luego inexplicablemente llegar al exterior, donde están los camiones de la gente del circo. Se meten a uno de ellos para esconderse, y al poco rato entra un payaso decaído. Intentan salir discretamente, pero éste los distingue y les obstruye el medio de escape. Cambio de escena. Nos toca ver a Mercedes y Rogelio teniendo una tonta discusión sobre como ella se queja de que su hijo guste de cosas como el circo, para luego salir que en realidad le molesta que pase más tiempo con sus amigos que con ella. Son interrumpidos por una mujer acompañada de su hija, que solicita el puesto de sirvienta. Como viene recomendada por Eufrosina, Rogelio la acepta de inmediato.
De vuelta en el camión del payaso, quien sabe que pasó fuera de cuadro, pero a éste le dio por invitarlos a comer mientras les cuenta su triste historia en lugar de entregarlos por vandalos. Memín le pide que la repita porque no puso atención al concentrarse en gorronear, y como el payaso no tiene nada mejor que hacer, accede. Durando apenas una pagina, su crónica era que trabajaba en un circo de bajo prestigio y como así no podía financiar bien a su esposa e hija, decidió probar con uno de mayor elite (¿no seria más fácil trabajar en otra cosa?). Para ello se separa de ellas una temporada, cosechando éxito y ganancias, pero al volver a la pocilga en que vivían, no las encuentra, y desde entonces está triste, por más que su trabajo indique lo contrario. Ellos le animan con que algún día dará con ellas, y el payaso hasta les ensaña una foto de la niña, la ultima que le mandaron. Lamenta que el circo estará sólo un día más y perderá aun más las esperanzas (¿pues cuanto tiempo lleva? Los circos no se quedan tanto en un solo lugar y el carga una tristeza que aparenta llevar buen rato) Tras una sangronada de Memín, se despiden y ya afuera, el anda comentando que cree haber visto a la niña, pero no puede recordar donde o como. Corriendo peligro de explotarle el cerebro al tratar de acordarse, sus amigos le sugieran que lo tome tranquilo y a lo mejor al día siguiente le vuelve. Todos regresan a sus casas, preguntándose donde estará la familia del payaso (¿Qué les importa? Si apenas lo conocen), y Memín se angustia más, por no acordarse donde vio a la mocosa.
En casa de Ricardo, Mercedes sigue quejándose de su gusto por el circo, pero como Rogelio concuerda que de niño a él también le gustaban, ella se resigna a que es hereditario (cuanta absurdez, deberían haber tocado otro tema). Rogelio le presenta a Ricardo a la nueva sirvienta (¿sin decir su nombre?) y a su hija, y por haber visto la foto recién, la reconoce. El chico no responde y sube a su cuarto para considerar el contárselo a los demás (mejor ve con el payaso ¿no? al cabo que él es el que anda sufriendo).
Ricardo y Memín chocan al siguiente día, cada quien pensando en lo que le obsesiona (al negrito el chisme, pero no dicen cual exactamente, y al riquillo lo que ha descubierto). Carlangas y Ernestillo les ayudan a reincorporarse y al final Ricardo les cuenta que encontró a la familia del payaso, pero cuando les dicen que están en su casa, se ríen de él. Espetándoles que están como parte de la servidumbre y que Eufrosina recomendó a la mujer, finalmente Memín recuerda que era su vecina. Celebra el haber resuelto el enigma, pero Ricardo le cierra la trompa porque ya ni al caso. Carlangas sugiere reunirlos en una forma peculiar (así no, no pueden hacerlo algo tan simple como ir a avisarle al payaso, no, no, tienen que hacer algo ocurrente y enredoso).
Ponen en práctica el ridículo plan, que consiste en que Memín se mete al cuarto de la sirvienta, y se lleve el retrato familiar para ir a enseñárselo al payaso. La niña se despierta y lo denuncia con su madre, que se echa sobre él, dándole escobazos. Memín la elude como puede, y seguido por sus amigos, corren sin detenerse hasta el circo, con ella pisándoles los talones. La despistan un rato y acaban chocando con un muchacho enorme. Comentan haberlo visto en clase, pero él asegura que no y los ayuda a incorporarse. Discretamente, le roba la cartera a Ricardo, mas esta será para una de las proximas secuencias, me temo. Siguen su camino hacia el camión del payaso, y de inmediato se reconocen él y su esposa (la niña también andaba en la corretiza, aunque apenas se notaba). Ella le revela que como no podían pagar la renta, las corrieron y no pudieron avisarle porque no supieron más de él (¿pues hasta donde estaba el mugroso circo?) y él justifica que seguía enviando cartas a la misma dirección, y de ahí el porque de su incomunicación. Les pide a los cuatro que salgan para darles las gracias, aunque Memín no tarda en mandarse, recibiendo un merecido coscorrón por parte de Ernestillo. Luego, el negrito se pone a llorar conforme el payaso reitera que vuelve a ser inmensamente feliz y los invitará a la función, que ésta a punto de comenzar.
Después de eso, los cuatro salen satisfechos, pero Ricardo sale con que acaba de percatarse de su cartera perdida y que pensaba en invitarlos a tomar refrescos. Memín no puso atención a la primera parte y le reprocha el haber cambiado de opinión. Ellos le voltean la tortilla recordándole que casi echó a perder su plan, que según él, salio mucho mejor gracias a su intervención. No teniendo nada mejor que hacer, Ernestillo sugiere que se echen un partido de béisbol y así concluye esta charada, dando pie a la siguiente.

Todo este dramita del payaso se presentó y concluyó en un solo número perdiendo mucho tiempo en la parte inicial. Entre tantas ocurrencias y conveniencias, a partir de aquí empiezan a incorporar hilos argumentales a continuar más adelante. Como son patéticos los intentos por mantener al espectador en suspenso, pero ya veremos la próxima vez.

martes, 2 de marzo de 2010

Memín Pinguín #362

Memín y sus amigos van a celebrar su triunfo en los exámenes yendo a comer mariscos. Ernestillo acaba intoxicado y en peligro de muerte, contando como única esperanza los improvisados rezos de los demás para su curación.

Continuando la secuencia anterior, Memín y Ricardo llegan a la escuela, justo a tiempo para que Romero les ponga el examen, sin esperar a que le digan la razón de su retraso. Al parecer, sólo era un parcial, el cual todos los alumnos resuelven y son calificados, en el mismo día (más bien todo esto pasó en un solo cuadro). Romero asegura que todos lo pasaron, aunque haya unos (énfasis en Memín Pinguín) que apenitas lo lograron. Memín da un brinco de alegria, sin captar la indirecta, y a la salida, siguen deliberando entre los cuatro. Carlangas sugiere ir a una pescadería para que ahí Memín y Ricardo les cuenten lo que pasó con la perrita, y luego se ponen a hablar de los mariscos que pedirán. A Ernestillo se le antoja una pata de mula, un concepto que Memín no comprende y hace burla al respecto todo lo que puede durante esa secuencia (que bueno que nomás dura un número, pero yo tampoco se que es una pata de mula y ni dibujaron el platillo, ahora si caería bien un poco de información cultural gastronómica). Así que se meten a la pescadería “Pimpo”, que según es el nombre del dueño, mismo que los atiende y al inquirir sobre lo que desean ordenar, Memín se lo toma literalmente para “ordenarle” que saque a algún comensal que le cae mal a primera vista. Se retracta y se une a los demás para pedir cada quien lo quieren, y ya ni los vemos comer, porque al siguiente cuadro ya han terminado (y también de contarles sobre la devolución de la perra, que ya ni importa), cuando a Ernestillo le empieza a caer mal lo que comió. Carlangas y Ricardo se preocupan por su amigo, mientras que Memín se acuerda de que no ha vuelto a casa desde la noche y Eufrosina estará que echa chispas. Precisamente, así se encuentra la lavandera, debatiéndose entre ir a buscarlo o esperarlo por si regresa sin descuidar la próxima entrega de ropa. Memín está a punto de marcharse, pero se detiene al ver que Ernestillo se ha desmayado. Pimpo llama a la ambulancia de inmediato, y uno de los comensales resulta ser doctor y se ofrece a revisar a Ernestillo. El diagnostico: Intoxicación. Memín no capta y sigue creyendo que una pata de mula es una pata de mula, y que se atragantó con ella.
La ambulancia viene en camino, así como Trifón, quien hace su triunfal, pero inoportuno, inesperado y desabrido, retorno al elenco de personajes en esta revista. Simplemente, justo en ese momento, le dan ganas de ir a ver al negrito y…eso es todo. No hay más que decir, salvo criticar al argumentista por este giro tan tonto y fuera de contexto. ¿Debo decir que se va a poner peor? Ernestillo es llevado en camilla y Pimpo se ofrece a acompañarlos al hospital. Carlangas comisiona a Memín para informarle al señor Vargas. El negrito se pone en camino, errando el rumbo y acabando en su propia casa, donde Trifón lo recibe muy contento. Manda al gordito a volar (y ni le pregunta cuando volvió de su estancia en Monterrey, aunque está claro que esa fue amnesia y/o ignorancia del argumentista) y entra a su casa, hablándole a Eufrosina atropelladamente sobre lo sucedido a Ernestillo. En vez de enredarse en palabras, Memín acaba balbuceando como si estuviera inventando todo, pero Eufrosina lo apremia a ir rápido con el señor Vargas, mientras ella hace lo que mejor sabe hacer: arrodillarse y rezarle a la Virgen (¿así nada más? No le dio una explicación muy convincente que digamos y ponerse a rezar así como así cuando no la ponen al tanto de todos los detalles, habla más de una conducta compulsiva que devoción religiosa). Trifón estuvo de testigo sin que nadie le hiciera caso y al ver a Eufrosina orando, se le ocurre seguir su ejemplo, marchando hacia la catedral, aunque todo indica que no conoce el rumbo.
En un par de cuadros, Memín le da la mala noticia al señor Vargas con muy poco tacto. A la vez, en el restaurante, algunos clientes andan quejándose de lo sucedido, exigiéndole a la jefa de las meseras, Olivia (¿tiene caso ponerle nombre a personajes que salen una sola vez y casi ni hacen nada?) que les diga que comió el niño. Ella vacila, excusando que no está autorizada a responder, pero acaba cediendo ante la presión y aclarando que fue algo que nadie más había pedido (eso sólo me dice que no quería manchar la reputación del negocio y anda dejando a otros incautos en riesgo de intoxicarse con esa porquería). En el hospital, Ernestillo se ha puesto hinchado y es rodeado por sus preocupados amigos y el dueño que sufre complejo de culpa, esperando a que se les unan su padre y Memín. De milagro, Trifón logra dar con la catedral principal, y al entrar, anda diciendo que no debe gritar por el silencio imperante (pero esto lo dice en voz alta y con signos de exclamación, así que al final si estuvo gritando). Cree que los demás andan orando por Ernestillo y se les une.
Memín y el señor Vargas hablan con el convaleciente Ernestillo, mientras los otros esperan afuera. Pimpo anda aburriendo a Ricardo y Carlangas con la anécdota detrás de su sobrenombre, pero son salvados por Memín, quien les anuncia que Ernestillo está por colgar los tesis. El medico y la enfermera acuden rápido, desesperados por impedir su muerte, al mismo tiempo en que Trifón, Eufrosina y sus amigos, andan orando con fervor, para hacer parecer que cuando se salva, es un “milagro” (argumento barato para telenovelas y programas como La Rosa de Guadalupe, completamente fuera de lugar en este caso). Al ser notificados que Ernestillo sobrevivió y se recuperará, Memín brinca sobre el doctor, agradeciéndole exageradamente. Después sigue la enternecedora reunión con su padre y amigos, todos aliviados por esta angustiante, pero fugaz y olvidable incidente. Memín le va a dar la noticia a Pimpo, pronunciando mal su nombre, para no perder la costumbre. Después, él acude con el medico y el señor Vargas, aceptando de antemano cualquier denuncia que quieran echarle. Asegura al medico que no quiso causar daño pero a raíz de esto, pondrá fuera de su negocio la comida marina, y éste se lo aprueba, ya que obviamente eso fue la causa de todo. Memín se siente aliviado, pensando que casi se le ocurría pedir eso, y se aprovecha de Pimpo para que les regrese el dinero de la comida (descarado ¿no ve que ese hombre posiblemente puede quedar en la quiebra sin importar si no vuelve a vender mariscos porque la noticia correrá como pólvora, provocando desconfianza en sus clientes de antes y después?).
Al cabo de unas horas, ya están dejando el hospital, y Ernestillo lamenta que faltará a la escuela al día siguiente para terminar de recuperarse, por ordenes del medico. Memín, flojonazo como siempre será, lamenta no haber pedido la “pata de burro”, y justo en ese momento, divisa a Eufrosina. Lo primero que hace ella es darle un abrazo a Ernestillo para señalarle cuanto oró por él, para después agarrar a Memín de la oreja, dispuesta a castigarlo por estar de vago en la casa.

¡Que trama tan fumada para haber durado tan poquito! En serio cada número de Memín, es un homenaje a la ocurrencia y la falta de plantación. Toda esta situación fue tan incongruente, un mal intento de poner drama con una historia de que la “fe” resuelve cualquier problema. Se pasan, no tengo nada contra las oraciones por curación y eso, pero es muy absurdo ponerla así, en automático, con algo que acaba de pasar y que se termina en ese mismo día. Habría sido más conveniente de haber durado días, pero vamos. ¿Ernestillo no tuvo ni una hora desde que se intoxicó y ya están orándole todos al mismo tiempo, hasta los que ni vieron como se puso? ¡Púdranse! Y como eso justamente es lo que hacen y seguirán haciendo, supongo que no tengo que decírlo.